Los Ayuntamientos de Hondarribia, Pamplona y Baiona se han unido, dentro del proyecto de POCTEFA, que busca explotar diversas iniciativas de índole cultural y patrimonial. El turismo cultural, marca la nueva tendencia del turismo innovador.
Las Murallas de Pamplona, el conjunto fortificado de la ciudad, es uno de los recintos abaluartados mejor conservados de toda Europa. Construido entre los siglos XVI y XIX, soportó guerras, padeció derribos pero se respetó casi en su totalidad. Hoy se ha convertido, gracias a un importante plan de rehabilitación, en una de las Rutas más emblemáticas de la ciudad.
El Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona, ubicado en el Fortín de San Bartolomé, es el punto de partida de un recorrido amurallado bellísimo de 5 kilómetros de longitud.
El centro, alojado en el fortín de San Bartolomé, consta de cuatro casernas o bóvedas a prueba de bombas, en la primera de las cuales se proyecta un vídeo que relata la historia de las fortificaciones de Pamplona desde el siglo XIII. En la segunda caserna, hay 25 paneles interactivos que muestran la evolución de las murallas en función de los avances de la artillería y las estrategias de ataque, mientras que la tercera acoge los aspectos humanos de Pamplona como plaza fuerte, con los testimonios de cinco vídeo-personajes, como el alcalde de Pamplona en 1915, Alfonso de Gaztelu, o el poeta Guillaume de Annelier. En la última y cuarta caserna se emiten proyecciones audiovisuales que repasan otras fortificaciones del mundo o sus tipologías concretas, como las fronterizas, las abaluartadas y las pentagonales, cuyo ejemplar más antiguo en el mundo es, precisamente, la Ciudadela de Pamplona, que data del siglo XVI, construida bajo el reinado de Felipe II.
Desde aquí comenzaremos la ruta por las Murallas de Pamplona. El Fortín de San Bartolomé, construido durante el siglo XVIII surgió como apoyo principal al exterior del recinto amurallado. Sobre él se asientan los jardines de la Media Luna y de Tejería. Desde aquí, por detrás del frontón de Labrit accederemos la Ronda Barbanzana, el paseo de ronda que transcurre paralelo al lienzo más antiguo de todo el conjunto amurallado (siglo XVI). Discurre entre el bastión de Labrit y el del Redín, y es uno de los tramos con más encanto de todo el recinto, en la trasera del Palacio Episcopal y el conjunto catedralicio.
Llegamos así al Bastión del Redín, el punto más alto de las Murallas de Pamplona, desde donde podemos contemplar los fosos de la ciudad y los barrios de la Rochapea, Chantrea y San Jorge, con una vista del monte San Cristóbal al fondo, con su fuerte abandonado en la parte más alta. Construido en 1540, es junto con el de Labrit el bastión más antiguo de la ciudad. Aquí se encuentra el Mesón del Caballo Blanco, un antiguo palacio y posterior hospedería de peregrinos. Una calle paralela al mesón nos conduce a la Plaza San José y a la Catedral de Pamplona.
Volviendo al Bastión del Redín, continuamos por la muralla hasta el Portal de Francia, el más antiguo de la ciudad, llamado también portal de Zumalacárregui (1553). Muestra un escudo tallado con el águila bicéfala y las armas imperiales. Se trata de la puerta de acceso a la ciudad de los peregrinos que hacen el Camino de Santiago, que acceden por aquí al barrio medieval de la Navarrería.
Si continuamos por el Paseo del Redín llegamos al Museo de Navarra y desde allí, por el paseo de Ronda, siempre sobre la muralla, llegamos a la plaza de la Virgen de la O, por la que accederemos, cruzando el Portal Nuevo (1906) al Baluarte de la Taconera, que acoge el parque más antiguo de la ciudad (1830), un jardín romántico de estilo francés.
En él se mezclan árboles, setos, flores, monumentos e incluso animales, pues sus fosos y murallas albergan un pequeño zoo. De entre sus baluartes, destaca el de Gonzaga por su estructura bastante atípica y compleja, producto de las sucesivas reformas realizadas en los siglos XVII y XVIII. Fue modificado en 1925: se cegó el foso y se demolieron parcialmente los muros, recreciéndolos en la parte exterior. También es admirable el revellín de San Roque, construido entre 1675 y 1700 durante el reinado de Carlos II y proyectado como defensa exterior de la Ciudadela. Uno de los baluartes mejor conservado es el baluarte de la Taconera, cuya reciente restauración ha posibilitado devolver el estado de los lienzos de muralla que lo componen a su mejor época.
Desde el parque de la Taconera nos dirigimos, para terminar la ruta, a la Ciudadela. Los glacis, los extensos terrenos libres de toda edificación que circundaban a las ciudadelas renacentistas por el exterior de sus defensas, fueron transformados, en el caso de Pamplona y una vez que la fortificación perdió su funcionalidad militar, en un gran parque de estilo inglés: la Vuelta del Castillo. Los fosos que rodean las diferentes defensas exteriores a la Ciudadela discurren a una cota inferior al glacis. Actualmente es habitual ver a los pamploneses disfrutando del espacio verde más amplio y céntrico de nuestra ciudad: el formado por la Vuelta del Castillo y los fosos.
Uno de los accesos principales al recinto, desde la Avenida del Ejército, frente al Palacio de Congresos Baluarte, se construyó en 1767. En su interior se encuentra el cuerpo de guardia, convertido en la actualidad en almacén y espacio de oficinas municipales. Existe otro acceso, por una puerta trasladada al recinto en 1720 desde el Baluarte de Santa María, y comunica el recinto con la Vuelta del Castillo a través de un puente sobre los fosos, en su día, levadizo.
En el interior de la Ciudadela encontramos diferentes edificios militares que cumplen actualmente una función cultural, convertidos en salas de exposiciones. Así, nos encontramos con El Polvorín, la Sala de Armas, el Horno y el Pabellón de Mixtos.
Para más información: www.murallasdepamplona.com