Dicen muchos maestros de la tauromaquia que “no se torean los pitones, se torea la mirada”. Durante la lidia, torero y toro se mantienen la mirada creando un vínculo que puede sobrevivir a la muerte muerte del animal. Y el taxidermista navarro Javier González Celay cree que “la relación que han mantenido en vida el ser humano y el toro es muy estrecha y por tanto se han transmitido sentimientos y emociones concretas”. Por eso, cuando alguien adquiere una cabeza de toro disecada “quiere que el animal naturalizado le transmita esas mismas emociones”. Para ello es fundamental mantener la misma mirada, la misma expresión, que tenía en vida. Javier lo consigue “recopilando fotos del animal cuando está vivo y viéndolo en diferentes momentos de la lidia para seleccionar aquella mirada que más me transmita, el resto es un poco de intuición”.
González Celay (Pamplona, 1985) encontró su oficio de naturalista hace un lustro a partir de su pasión taurina. Hasta entonces se dedicaba a la comunicación. Después de trasladarse a estudiar Comunicación Audiovisual a Valladolid en 2005, fundó la agencia especializada en toros Casta Comunicación. Rodó los documentales Rito de Acero, La Seca, 50 Años sin Torre y Agustín; dirigió el programa TauroMarca de Radio Marca; y colaboró con revistas como Argi y con Televisión Castilla y León. Y entonces surgió su interés por la taxidermia: “Comenzó como un hobby, nadie de mi familia ni cercano a mí pertenecía al mundo de la taxidermia, comencé a base de leer mucho y probar más. Poco a poco fui mejorando mis técnicas y aumentando mis retos, fui haciendo animales más grandes con la idea siempre de hacer toros”. Llegaron los pedidos, al principio de animales cinegéticos, y Javier se planteó la taxidermia como una forma de vida. “Se conjugaban de repente todas mis pasiones: el arte y los animales y, en especial, el toro”.
En 2013 vendió su parte de la productora y se metió de lleno en la naturalización. “No fue fácil, tuve que empezar de cero sin contactos ni ayuda de ningún tipo, tuve que hacer todos los papeles necesarios para estar en regla y acondicioné un pequeño garaje anexo a mi casa, en un pueblo cercano a Valladolid: La Seca”. Dos años después regresó a Navarra y se instaló en Iratxeta, donde habilitó su taller. En 2011 se hizo con su primera cabeza de toro. En 2012 naturalizó 8 cabezas; en 2013, 10; en 2014, 16; y en 2015, 20 cabezas. En la actualidad trabaja en varios toros completos.
Javier define su labor como artística y artesanal. “Más que disecar, me gusta denominarlo naturalizar; este proceso consiste en realizar de forma escultórica con materiales ligeros la forma del animal con su musculatura y proporciones para más tarde ponerle la piel ya curtida, adaptarla al maniquí y otorgarle una forma natural que transmita vida. Realizo un trabajo individualizado, cada cabeza la esculpo a mano, no uso moldes prefabricados, de forma que cada toro es diferente entre sí pero lo más parecido a como fue en vida, lógicamente, al tratarse de un trabajo artístico la perfección es imposible pero adquieren gran realismo”.
Javier explica el proceso de disecado de una cabeza, que conlleva seis meses de trabajo y vende por un precio de entre 850 y 1.200 euros a museos, aficionados al toro, toreros, cortadores de toros, corredores… “El primer paso, una vez que recibo una cabeza, es desollarla bien y descarnarla, es decir, quitarle todos los restos de carne y grasa. Después se pasa al curtido, una serie de procesos y baños curtientes en el que pasa la piel unos 15 días. Aquí la piel pasa de ser un elemento perecedero a no perecedero. Hasta aquí el procedimiento no dista mucho del que se realiza en cualquier peletería para zapatos o tapicerías. En un proceso aparte comienzo a realizar el molde mediante cartón y poliuretano expandido que voy tallando a mano. Una vez tallado, lo lijo y le aplico una capa fina de escayola. Con el molde preparado le pongo la piel y la coso, los ojos son prótesis de cristal que adquiero en Estados Unidos y Alemania. Los cuernos también los trato y los pongo en la cabeza. Cuando finaliza todo el proceso de secado, corto y hago a media las tablas en las que irá puesta la cabeza”.
Javier asegura que, una vez terminada una pieza, la contempla durante horas. Como no podía ser de otra forma, su pasión por la belleza del toro y por su mirada está ligada a su Pamplona natal, a San Fermín: “Esta fiesta siempre ha marcado mi vida, considero que es la demostración más pura de la unión de una sociedad y el cuidado de sus tradiciones que, a su vez, sirven para entender la propia vida. Comencé a correr el encierro en 2002 y tuve que dejarlo en 2013, ya que el día 9 una persona cayó sobre mi rodilla y me rompí el ligamento cruzado, no me he atrevido a volver a correr”.
PICTURES: Iñaki Oroz, Javier González Celay
FOTOS: Iñaki Oroz, Javier González Celay