Siguiendo la tradición que marca el cierre de las fiestas, la última jornada de San Fermín acogió la celebración de la Octava al Santo donde el sacerdote y futuro párroco de San Lorenzo, Javier Leoz, denunció las agresiones sexistas y verbales registradas en Pamplona.
Previamente, la Corporación municipal, vestida de gala, había salido del Ayuntamiento para dirigirse a la capilla de San Fermín recorriendo las calles San Saturnino y Mayor hasta la iglesia, acompañados por la comparsa de Gigantes y Cabezudos, la banda municipal La Pamplonesa, los timbaleros y los maceros. El acto contó con la participación de la Capilla de Música de la Catedral, que interpretó piezas de Castel, Zipoli, Elberdin o Gorriti.
Durante la eucaristía, Javier Leoz denunció las actitudes y comportamientos de aquellos que no creen ni acompañan a los creyentes durante los actos religiosos de las fiestas. Asimismo, el párroco criticó los insultos sufridos por el arzobispo y el clero en la calle Curia, además de las agresiones sexistas y los insultos en Internet al torero Víctor Barrio, fallecido tras una brutal cornada en la plaza de Teruel.
El párroco se refirió a las agresiones sexistas denunciadas en San Fermín como “miseria moral y depravación de la conciencia” y abogó porque “seamos capaces de educar en valores que nos lleve a saber lo que está bien y lo que está mal”.
Javier Leoz definió la Octava de este año como la de la Misericordia. El religioso expresó ante los fieles que “la misericordia es anteponer el corazón al mundo de las idea” y compartió su deseo de “que en San Fermín se dejase por unas horas siglas, banderas, nombres o ideas y fuésemos capaces de celebrar no lo que a mí me gusta o lo que no y sí cumplir íntegramente lo que manda la tradición”.
Leoz también expresó su preocupación por la desvinculación de algunas tradiciones de su carácter cristiano y llamó a recurrir al respeto y la tolerancia frente a “los insultos y descalificaciones, que son agresiones verbales, al arzobispo, al cabildo y a la corporación en ese avispero de intolerancia en el que se convierte la calle Curia. Un avispero que hay que fumigar desde el respeto y la tolerancia”.