Una treintena de extranjeros que se denominan Amigos de Pamplona se reencuentran cada año desde hace tres décadas en esta ciudad y disfrutan de una intensa semana en torno a la buena mesa, la tauromaquia, el bullicio callejero y, por supuesto, los amigos.
Desde que el premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway pusiera en el mapa mundial los Sanfermines a través de sus memorables crónicas periodísticas y, sobre todo, de su libro Fiesta, tras numerosas visitas a Pamplona entre principios de los años veinte y final de los cincuenta del siglo pasado, han sido mucho los extranjeros que se han rendido a la seducción de esta celebración repitiendo, año tras año, el ritual sanferminero. Entre ellos, un grupo de una treintena de personas procedentes de Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Noruega,Inglaterra o México que se denominan Amigos de Pamplona. Y que comparten dos pasiones: los toros y la amistad. Cada año, desde hace más de tres décadas, se reencuentran en esta ciudad y disfrutan de una intensa semana en torno a la buena mesa, la tauromaquia, el bullicio callejero y, por supuesto, los amigos.
Se reúnen habitualmente en el Windsor, en la Plaza del Castillo, la “oficina” como lo llaman, y en domicilios de varios de ellos, que, con los años han terminado comprando en Pamplona. Es 10 de julio y acudimos a un piso de Estafeta, propiedad de José Joaquín Centurión, un cardiólogo hijo de cubanos y con abuelo navarro que vive en Miami. José Joaquín viene a San Fermín con su familia desde 1997. En 1999 decidieron comprar este piso y ahora vienen también a pasar la Nochevieja. Este norteamericano afable dejó de correr el encierro el año pasado: “Cumplí sesenta años y decidí que era el momento de retirarme, aunque nunca se sabe si alguna vez volveré a sentir la necesidad de correr de nuevo”.
Nuestra visita se produce a mediodía, justo antes de que este grupo celebre una de sus tradiciones más arraigadas. Cada año, el viernes de San Fermín que no coincide ni en 6 ni en 7 de julio, realizan una cata de vinos ciega. Cada visitante lleva una botella de vino con el requisito de que su precio no supere los 15 euros. “Es muy fácil comprar un vino bueno si te gasta un dinero, pero lo difícil es comprarlo por poco dinero”, explica Centurión. Así, se tapan las etiquetas y todos votan los caldos. El dueño del vino más votado se lleva un premio.
Aunque este año no corre los encierros, José Joaquín sigue acudiendo al hospital cada día. “Chequeamos que estén bien los heridos, hablamos con familia… porque es muy fuerte estar solo en el hospital. Yo soy médico pero, lógicamente, no ejerzo en España, ya que no tengo licencia aquí. Pero a veces veo médicos que vienen de todas partes del mundo a estudiar las heridas de asta de toro, porque son heridas muy similares a las heridas de guerra, penetrantes y con muchas trayectorias, como la metralla. Estudian el proceso de la cirugía”.
Centurión nos detalla otras tradiciones de los Amigos de Pamplona. “Siempre vemos el encierro. Después hacemos almuercico. A mediodía vamos al apartado y después al aperitivo-comida. Cada día hay una enfermería (comida convenientemente regada, a veces con vodka), un día en Caballo Blanco, otro día en la Plaza San José… y el día 14, como despedida, nos reunimos en la Plaza de la Cruz unas 35 personas. Aitor, del restaurante Savoy, nos ayuda con la cocina, los platos y las mesas en la plaza. Lo más tradicional ese día es cuando, al final de la comida, se pasa una botella de Jack Daniels y cada uno le da un sorbo, da las gracias por lo bien que han ido las fiestas y brinda por uno de los primeros corredores estadounidenses que hubo en Pamplona”.
Como el resto de sus Amigos de Pamplona, a este norteamericano le fascinan los toros. Pero confiesa que, además de las corridas, a las que acude a diario, “un día al menos cada año me gusta ir a la pelota. Y por la noche tratamos de ver los fuegos. Me fascinan. Son los mejores del mundo. Ni Disneyland en Florida tiene unos fuegos así. Los vemos en la plaza de Baluarte. Y después vamos a los conciertos según quién toque”.
Esta afición por la música y la algarabía callejera la comparte otro Amigo de Pamplona procedente de Philadelphia, Tom Gowen, que lleva viviendo a Pamplona desde 1973, aunque dejó de correr encierros tres décadas después, en 2013. A Gowen le robó el corazón una pamplonica y para estar más cerca de esta ciudad decidió comprarse un piso en la Plaza del Castillo.
Otro habitual en casa de Centurión es Rick Musica. Vino a Pamplona por primera vez hace 17 años atraído por los toros pero ahora repite por la gente. “Si los encierros se acabaran y los bares cerraran para siempre, yo seguiría viniendo a Pamplona”, asegura. “Aunque es cierto que los toros me gustan más de lo que deberían. Me gusta todo de los toros; creo que es una bestia increíble, tan fuerte y musculosa… no hay un animal similar ni parecido. Solo he dejado de correr dos encierros en 17 años”.
Robert Liam, de Nuevo México, también es un apasionado por los encierros. A sus 63 años, lleva 30 corriendo sin excepción. En la actualidad corre en la curva de Estafeta, pero hace años lo hacía en lo que denomina como “la guerra”: la curva de Telefónica y el Callejón. En este tiempo ha sufrido la rotura de un brazo y lleva una prótesis en la rodilla como consecuencia de distintos lances con las reses. “He sufrido varias heridas, pero he tenido suerte, casi cada año tengo que ir al hospital a ver a algún amigo corneado”. Robert confiesa que al principio lo que más le motivaba era la emoción de correr con los toros en la calle, pero después de tantos años, “conoces a mucha gente de todos los sitios, y es también esa amistad lo que te empuja a volver”. Durante este tiempo, Liam ha sido testigo de los cambios que ha sufrido el encierro. “Antes había menos gente, pero la televisión le ha dado mucha publicidad. Ahora ya no se caen los toros, porque han cambiado el firme, hay antideslizante… pero hay mucha gente que no sabe de qué va esto ni se informa, muchos de ellos de Estados Unidos. A veces, a las 7:55, hay quien te pregunta de qué lado vienen los toros… y esto es muy peligroso”. José Joaquín coincide con Robert: “Hay tantos heridos extranjeros por desconocimiento, muchos creen que con ser rápidos corriendo es suficiente. Y eso no es cierto. Muchos corren sin mirar nunca hacia atrás. No dejan de tocar los toros, no saben salir de la carrera, cuando ven pasar el toro siguen corriendo detrás… Yo dejé de correr en Estafeta por el exceso de gente y empecé en Santo Domingo. Solucionar esto es complicado, porque no se pueden poner muchas leyes ya que son muy problemáticas. Y yo propuse que todos los corredores extranjeros tengan que presentar un papel con su seguro médico. Los corredores heridos sin seguro le cuestan mucho dinero a Pamplona”.
Cuando este martes los Sanfermines de 2015 lleguen a su fin con el Pobre de Mí, estos Amigos de Pamplona se marcharán de la ciudad para contar los días que faltan para regresar de nuevo el año que viene. Porque, como confiesa el neoyorquino Brian Zapin, de 37 años, uno de los más jóvenes de este grupo, “Pamplona es el lugar donde se hace posible que todos nosotros compartamos nuestra pasión por los toros y los amigos. Quizás fuera de esta semana en Pamplona no tenemos nada en común”.