La siguiente película, cronológicamente hablando, es una de esas comedias un tanto alocadas, que no se toman nada en serio y por eso hay que verlas también con esa actitud. Vamos, que cuentan por su puesto con un encierro, si no, no podrían estar en este reportaje, pero hasta ahí llegan las similitudes con nuestra fiesta. Hablo, por supuesto, de Cowboys de ciudad, película dirigida por Ron Underwood en 1991.
Algo que parecen tener en común más de la mitad de las películas que colocan sanfermines como escenario de sus historias, es el hecho de que venir a las fiestas es venir a desahogarse, a olvidar, a divertirse sin mirar atrás, a dejarse llevar, no sólo por una carrera un tanto primitiva, sino también por un ambiente generado por una multitud de personas que buscan lo mismo, perder de alguna manera su individualidad en una masa alegre que disfruta de la música, la “gastronomía” y la fiesta. Esto es lo que buscan también los tres protagonistas urbanitas de esta historia.
“Guiados” por un Billy Cristal que se mueve como nadie por la comedia, acabarán corriendo delante de unos astados a los gritos de ¡Ándele, ándele!… Y esto, curiosamente, aún relanzó más nuestro festejo entre el público estadounidense.
Es complicado hablar de otra película con seriedad después de haber estado confraternizando con quien es, a mi modo de ver, el mejor presentador que ha tenido la ceremonia de entrega de los Oscar… Así que tal vez lo que procede es rizar el rizo…
Orson Welles, allá por 1961, tuvo una visión, un proyecto ambicioso ¿podría ser de otra manera?, en el que Don Quijote, además de luchar con molinos, recorría la geografía española disfrutando de la fiesta de moros y cristianos, siguiendo la Semana Santa, o, cómo no, visitando los sanfermines.
Muchos años de un rodaje lleno de altibajos que, tras la muerte de su autor, terminó el cineasta español Jesús Franco, amigo personal de Welles, en el año 1992. Gracias a él, podemos ver por fin a Sancho Panza disfrutando de las charangas, o asistiendo al encierro en un lugar tan privilegiado como es la cuesta de Santo Domingo, muy cerca de la hornacina de San Fermín. Afortunadamente el director estadounidense pudo plasmar su visión de las fiestas pamplonesas en un episodio de una serie documental televisiva En la tierra de Don Quijote, que realizó para la Rai en 1964.
Como no hay dos sin tres… La última película de esta entrega cinéfila diaria es Americano, de Kevin Noland de 2003. Posiblemente es la manera de cerrar un círculo peculiar de realizaciones norteamericanas, aunque en este caso fuera una coproducción con España.
Producción menor (aún contando con la presencia de Dennis Hopper) pero que curiosamente, visto desde nuestro prisma, filma muy bien y con mucho rigor unas fiestas que para esas alturas ya conocían muy bien al otro lado del Atlántico. Una vez más, los protagonistas son tres jóvenes que disfrutan de unas vacaciones antes de enfrentarse a su vida adulta. Deciden darse un paseo por Europa (que les parece pequeña dada las dimensiones de su país) y están convencidos de que la mejor forma de terminar unos días “de libertad” es corriendo el encierro… Porque eso es lo que hace Joshua Jackson, el protagonista, quien se animó a correr de verdad el encierro.